Mi segunda boda como novia. !Historias de amor!
Cosas del destino, nunca lo pensé pero viví mi segunda boda como novia. A fuerza de ser sincera he de decir que no fue como la primera; en la segunda había menos nervios, menos ilusión pero ganas de amar, de amar la compañía, de no sentirme sola; estaba enamorada, lo reconozco, pero era un amor que necesitaba de compañía, más compañía que pasión, los años no pasan en balde.
El motivo de la segunda boda como novia fue la separación, así de simple, una separación amistosa, no traumática y quizás fuera mejor que no fuera tan amistosa, no digo que se despertara el odio pero si que hubiera ruptura.
Tenía que afrontarla, boda civil, así, casi impuesto por las circunstancias de uno y otro.
Los comienzos? más difíciles que en la primera boda, mis pensamientos volaban y ponían el retrovisor, mirando atrás.
Vestido de novia para boda civil.
Económicamente no tenía problema y por ello elegí un elegante vestido de novia para boda civil, no reparé en medios. Tejido alegre, vaporoso, largo, así lo quise, con un poco de cola y en tul y seda salvaje.
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Un vestido para enamorar, mi marido, el segundo, lógicamente, no lo vio hasta el día de la boda y se le saltaron las lágrimas.
Frente al alcalde, amigo de mi marido, quiso que él fuera el que formalizara la ceremonia, ilusionada, con todos los rituales, pero lecturas que poco tenían de religiosa, pero muy emocionales, las elegí yo misma.
Una promesa, mirándole a la cara, prometiéndole fidelidad y ayuda en la vida diaria; lo mismo hizo él, muy emocionado, era su primera boda.
A la salida del consistorio, mis amigas, con vestidos de dama de honor, lo que fue una sorpresa para mí, entonaron un poema en forma de canción que me hizo saltar las lágrimas, finalizando con una lluvia de pétalos. La madrina, con un elegante vestido de madrina de diseño que encargamos en la misma diseñadora de vestidos de novia en el que encargué yo mi vestido.
Después del poema cantado, música entonando el Negra Sombra, preciosa y conmovedora composición musical gallega y la partida de Betanzos, donde se celebró la unión al restaurante cerca del Embalse de Cecebre, en un entorno natural y maravilloso.
He de reconocer que el apoyo de las damas de honor fue un soporte para que, en algunos momentos me derrumbara, la madrina que por cierto, hizo como yo, nos cambiamos el vestido de novia y el vestido de madrina para la fiesta que se prolongó hasta bien entrada la noche.
Desde allí, pasando por Ordenes, nos perdimos en Santiago de Compostela, sin decir a dónde y fue al Hostal de los Reyes Católicos, una ilusión mía que mi marido me cumplió lo cual le agradezco pues fue una noche maravillosa.
El viaje de novios.
Desde Santiago, al día siguiente partimos a disfrutar de la compañía y pasando por Guitiriz, nos dirigimos a Lugo y nos asentamos en un hotelito de Os Ancares, naturaleza pura, encuentros y soledad en la sierra y parajes del lugar y esa soledad, de la que yo escapaba, me trajo recuerdos de mi primera boda, he de reconocer que parece que me perseguía el recuerdo y no podía evitar encontrarme con tantos y tantos recuerdos que tenía de la primera boda. Mi elegante vestido de novia estilo princesa, la música de órgano en el Convento de Sobrado dos Monxes, fue allí donde me casé por primera vez y casi diría por única vez, pues el viaje de novios se volvió evocador de recuerdos del pasado.
De regreso a Pontedeume, donde nos instalamos a vivir en un precioso chalet, el fantasma de los recuerdos volvía, mi marido me veía apagada y trataba de animarme, lo recuerdo bien, era la Fiesta de Las Peras en el mes de septiembre, disfruté de la cucaña, del paso de la banda, de los gigantes y cabezudos, del pulpo a la mugardesa, en Mugardos, de los últimos días de playa en la Ria de Ares y de los paseos por Miño y Sada donde el bullicio último del verano seguía.
Yo intuí que con un marido maravilloso, el segundo, hacía todo lo posible por animarme, no podía olvidar el primero, y ese trato de amigos se iba tornando en algo más profundo: en añoranza.
Mi primera boda por la iglesia.
Y el tiempo pasó y pasó lo que yo me temía. Un encuentro casual con mi primer marido. La chispa surgió, la pasión se encendió y vivimos una apasionada tarde reviviendo el amor que fue y que volvía a surgir.
Sucedió mi segunda separación, dolorosa pues dejaba una gran persona pero revivía el amor. El reencuentro hizo que nos tuviéramos que ir a vivir a Narón, al lado de Ferrol, pero se me hacía pequeño, me atenazaba y acabamos en Oleiros, cerca de A Coruña donde vivimos nuestra segunda etapa de amor pleno, donde cada día me enamoro y me enamora y la felicidad me hace volver a sonreir.
Pronto prepararemos lo que yo llamo mi primera boda por la iglesia y es que conseguimos la nulidad de la primera boda y vamos a revivir viejos tiempos y amores felices en lo que yo llamo mi primera boda por la iglesia y es que la segunda boda, boda civil, fue un paréntesis en mi vida, más que en mi vida, en nuestras vidas, así lo veo, así lo aprecio y así lo siento. Y se me viene a la mente el viejo refrán de que segundas partes pueden ser buenas, todo consiste en reencontrarse o mejor dicho, en dejarse llevar por el corazón.